Poesía,
dime quién eres

Hoy
que me siento feliz
ven
musa inspiradora
y
enjuga las lágrimas de mi corazón
que
cabalga en mi pecho huero.
Quiero
cantar a la memoria de los recuerdos
de
una música lejana que embargó
el
espíritu inquieto del niño que fui y
nunca
volverá a ser.
Porque
no quisiera hacerme mayor
ni
envejecer el ánimo de mi inocencia perdida
de
aquella sonrisa ingenua y cautivadora
ni
de aquella vergüenza a flor de piel.
He
descubierto la plenitud del silencio,
el
aroma y la fragancia de las flores,
el
embeleso del inmenso cielo y mar, y
la
mirada tierna de un adolescente,
la
sabiduría de un anciano,
la
compañía de un buen libro,
el
calor entrañable de un amigo.
Pero
cómo poder expresar, poesía mía, en palabras
lo
que es sentimiento puro y noble
que
el alma toda se estremece trémula
en
ráfagas de escalofríos
y
la voz se vuelve escandida y
el
cuerpo se conmociona de gozo interior.
Dime,
poesía, quién eres tú que así me interpelas,
sin
quererlo, en melancólica sinfonía de laúdes
como
madre acogedora y solícita
para
poder llamarte cuando mi alma
se
sienta desdichada y huérfana
y
volver así de nuevo a ser niño, y soñar despierto a tu lado.
Porque
no me quiero hacer mayor,
la
muerte me atemoriza y el dolor de la vejez me asusta.
Hoy
he vuelto a evocar con nostalgia la melodía
que
me susurrabas en mi niñez atormentada
y
un rayo fugaz y gélido me ha atravesado las entrañas
y
he sentido como si volviera a la añorada juventud en
un
viaje astral frenético de ida y vuelta pero,
de
repente, he despertado de ese maravilloso sueño
y
he vuelto a la realidad cansina.
¿Dónde
estás, poesía mía, que no puedo vivir sin ti?
Ven
pronto y socórreme que estoy triste sin tu presencia
y
llévame contigo al paraíso del amor para disfrutar juntos
de
la felicidad eterna en un vals interminable de alegría.

Javier
S. Mazana
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